quadrinhos latinos

Somos todos latinos

La producción y el consumo de cómics producidos en otros países latinoamericanos dice mucho de la desunión histórica aquí en el continente. Pero las historietas tienen el poder de dar vuelta a este juego

Por Dandara Palankof, Paulo Floro e Carol Almeida
Tradução de Sergio Costa Floro

Este texto foi publicado originalmente na edição impressa da revista Plaf. Acesse a página especial da revista e compre as edições anteriores.

A principios de la década de 2000, Brasil comenzó a experimentar una nueva efervescencia en la publicación de cómics – y eventualmente, también una renovada fertilidad en la producción autoral brasileña. Además de los títulos tradicionales de superhéroes, los quioscos estaban repletos de manga. Fue también el momento en que las pequeñas editoriales se encargaron de devolver a las tiendas de cómics – entonces en número creciente – los títulos alternativos de la industria estadunidense.

Asimismo, el mercado de las librerías acogió con brazos abiertos los esfuerzos de las grandes y medianas editoriales, que devolvieron al público brasileño un volumen considerable de cómics en formato de novela gráfica, tanto clásicos como novedades, incluyendo obras estadunidenses, europeas y asiáticas, desde grandes nombres premiados hasta recién llegados. Nuestro mercado volvía a tener un panorama más amplio del escenario internacional de los cómics.

Sin embargo, siempre hubo una ausencia: la publicación de cómics producidos por nuestros vecinos latinoamericanos – aparte de Argentina, cuya presencia en el mercado brasileño, aunque frecuente, todavía se podía considerar pequeña.

Un alejamiento que, en realidad, no es nada nuevo; en general, con algunos períodos como excepción, consumimos muy poco del cine, de la literatura e incluso de la televisión y de la música que se produce en otros países de América Latina. No sería diferente con los cómics. Ante tal cuestionamiento, se suele responder que se trata de una cuestión de lengua, como si la mayor parte de la producción cultural que se consume en Brasil no tuviese como base otros idiomas tan (o más) apartados del portugués que el español. 

Hoy, con una cultura de lectura de cómics relativamente más amplia y consolidada, tenemos editoriales, lectores y eventos que miran hacia otros rincones de nuestro continente, en búsqueda de sus autores y sus obras. No obstante, esta publicación todavía constituye una parte muy pequeña de los títulos extranjeros publicados en Brasil. Y la reflexión sobre las raíces de ese fenómeno puede ser una aliada para entender nuestra propia identidad latina.

De espaldas a los vecinos

El alejamiento histórico entre el panorama del cómic brasileño y la producción de otros países latinos siempre ha sido discutido entre autores, editores y profesionales del sector. Sin embargo, cada vez está más claro que la cuestión es mucho más compleja que la “barrera del idioma”.

El primer punto por destacar es que los cómics de los países latinos de habla hispana siempre se han publicado en nuestro país. Pero ciertamente mucho menos que la producción de Estados Unidos, por ejemplo. ¿Podría ser, por tanto, que la dominación cultural estadunidense sea una de las razones por las que sabemos tan poco de la producción latinoamericana?

Los cómics podrían ser una herramienta en la deconstrucción de una hegemonía cultural que nos aleja de nuestra propia realidad común. Y así poder establecer una conexión que nos ha sido robada durante mucho tiempo.

“La poderosísima maquinaria de la industria cultural estadounidense, sin duda [es la responsable]”, afirma el profesor e investigador Thiago Modenesi. “Y no sólo de los países latinos cercanos. También sabemos muy poco de los cómics europeos, asiáticos y africanos”.

Pero si hay una razón por la que Argentina sea tal vez el escenario más tradicional de los cómics en Latinoamérica, es que ha tomado un camino ligeramente diferente cuando los cómics norteamericanos comenzaron a difundirse por el mundo. “Al mismo tiempo que Brasil optó por adoptar productos del mercado norteamericano, los argentinos priorizaron la creación local”, dice el profesor Paulo Ramos, investigador de cómics y autor del libro Bienvenidos, que analiza la producción del país.

Y aunque sea una escena fuerte y tenga cierta penetración en el mercado e imaginario brasileño (Mafalda no nos deja mentir), sigue siendo un intercambio lejos de ser considerado proficuo. “Me sorprendía que Argentina y otros países sudamericanos estuviesen tan cerca de nosotros y, al mismo tiempo, tan distantes culturalmente. Nos conocemos muy poco”, dice Ramos.

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“Trabajar el contenido histórico en el arte es típico de las culturas que desean manifestar su existencia”, – Kaimer Dolmos, coautor de Ayar. (Divulgação).

Hay importantes componentes históricos que hay que considerar con relación a este alejamiento. “La cuestión viene de un comportamiento general en Brasil de no sentirse parte de América Latina”, explica João Varella, uno de los editores de Lote42, que viene publicando a varios artistas latinos, como la ecuatoriana-colombiana Powerpaola y el uruguayo Gustavo Troche. “Estuvimos colonizados hasta la primera mitad del siglo 20 por la cultura francesa, en la segunda mitad por la estadounidense y ahora estamos bajo la influencia de un pout-porri del mundo, una sopa de los soft powers más poderosos del planeta. Como los países vecinos no tienen industrias culturales tan pesadas y con sus propios problemas simbólicos, como la fuerte influencia de Europa, los puentes se cierran”.

El escenario actual de los cómics en Brasil, sin embargo, es favorable para aumentar esta proximidad, con un público interesado en conocer diferentes tipos de narrativa. Lo que está comprobado por los numerosos títulos de autores latinoamericanos publicados en los últimos años por editoriales como, además de Lote42, Figura, ComixZone, Mino, Pipoca & Nanquim, Veneta, Zarabatana y SESI-SP, todas con autores sudamericanos en sus catálogos.

“Los cómics latinoamericanos tienen una diversidad y una calidad muy amplias y es acogido por el público brasileño cuando sale al mercado”, afirma Cecília Arbolave, socia fundadora de Lote42, Banca Tatuí y Feira Miolos, junto a Varella. “Creo que Brasil tiene un público dispuesto a leer diferentes tipos de cómics y que está abierto a dejarse sorprender”.

Historias de nuestros vecinos

Parte de esta curaduría ha sido realizada por editores independientes, que han hecho posible sus publicaciones a través de campañas de financiación colectiva. Entre ellas está Skript, recién llegada al mercado brasileño, que tendrá como primera publicación un cómic extranjero, Fala, Maria!, una obra autobiográfica del artista mexicano BEF. Douglas Freitas, uno de los editores de Skript, cuenta que la idea surgió cuando la obra fue recomendada por Sidney Gusman (responsable de la planificación editorial de Maurício de Sousa Produções) en el podcast Confins do Universo, producido por el sitio web Universo HQ.

Antes de llegar a Brasil, las obras de BEF ya habían sido publicadas en países como España, Turquía, Chile y Colombia, y ahora finalmente en Brasil. Fala, Maria! es una historia universal por su tema – la relación entre padre e hija frente a una particularidad inesperada – y también por su género – la novela gráfica autobiográfica, de difusión universal. Elementos que la hacen, por tanto, relacionable con lectores de cualquier nacionalidad.

BEF es un veterano de una escena que, según él, ha sido gigantesca, pero que hoy también ve la casi omnipresencia de los superhéroes y el manga estadounidenses, mientras que la producción nacional es algo irregular. “Hay mucho talento que no llega a las grandes editoriales, y estas son excesivamente cautelosas, por lo que muchos se autopublican en Internet o en ediciones que tienden a diluirse”, comenta Bef. “Pero yo diría que hay un número considerable de autores de cómics en activo, de al menos tres generaciones”.

“Me sorprendió que Argentina y otros países sudamericanos estén tan cerca de nosotros y, al mismo tiempo, tan distantes culturalmente. Nos conocemos muy poco” – Paulo Ramos.

El alcance de la dominación estadounidense es largo y antiguo – pero también lo son las reacciones ante ella. El clásico Condorito del artista chileno Pepo nació de esta premisa de sentido de pertenencia. Apropiándose del estilo Disney, con sus animales antropomorfizados, su personaje titular inspirado en el pájaro típico de la Cordillera de los Andes protagoniza historias de agudo humor y declarado sabor local. El cómic, que tiene mucho éxito en Chile y se publicó en Brasil en los años 80 y 90, ha sido publicado recientemente en el país por la editorial pernambucana Quadriculando, dirigida por Thiago Modenesi.

Hubo casos en los que esta apropiación de referencias locales se convirtió en un nacionalismo exacerbado, en un intento de utilizar el cómic como parte de la estrategia de unificación de la identidad nacional como algo unísono, conciliador. Este fue el caso de varios cómics publicados en Brasil y México entre los años 30 y 50, por ejemplo.

De hecho, estas historietas parecen hoy obtusas en un momento de necesaria reflexión sobre nuestra identidad y memoria, pero son importantes para poner de manifiesto cómo nuestro territorio ha servido siempre de soporte para las historias contadas. Sin embargo, este enfoque de rescate de episodios históricos y del folclore nacional, trazando su relación con la sociedad actual, tiene hoy una nueva perspectiva en la producción de los cómics en varios países latinoamericanos.

Un ejemplo es otra obra que ha lanzado Quadriculando: el cómic peruano Ayar, de Oscar Barriga, Virgínia Flores, Bernardo Becerra y Erli Torres. La historia recupera mitos andinos para componer una narración de acción y aventura: la “leyenda de los hermanos Ayar”.

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La obra Aloha, de Maco. (Divulgación).

“[El cómic] es un gran estímulo para la promoción de la identidad latinoamericana, además de tener un enorme potencial pedagógico a nivel local”, afirma Virgínia. “Los extranjeros se sorprenden al conocer estos mitos en nuestros cómics. Incluso piensan que hemos creado estas leyendas, cuando en realidad sólo hemos utilizado las historias más representativas de la costa, sierra y selva peruanas”, explica. “Trabajar el contenido histórico en el arte es típico de las culturas que desean manifestar su existencia”, dice Kaimer Dolmos, coautor de Ayar.

El rescate folclórico es también la inspiración del cómic venezolano Micauro, de David Flores, cuya historia se basa en mitos aztecas; y del guatemalteco Ikal Uman – El Príncipe Maya, de Rolando Ruiz, José Luis Samayoa y Otto Wolf, que, a pesar de su evidente inspiración en los cómics de superhéroes, se apropia de las historias tradicionales de su país. Ambas obras son inéditas en Brasil.

Del reencuentro con la historia también hay ejemplos interesantes. Estrenada en Brasil en 2019, La Mano del Pintor (Lote 42), de María Luque, rescata la historia del abuelo de la autora, un dibujante que fue enviado a la Guerra del Paraguay, donde le amputaron la mano tras una batalla. “Esa guerra para mí siempre fue un episodio desconocido de nuestra historia. Sólo conocía las cosas que decía mi padre, pero no recuerdo que se hablara de ello en la escuela cuando era niño, por ejemplo. Me parecía importante saber qué pasó, por qué se enfrentaron los países, qué pensaba la gente en aquella época y qué lecturas podemos hacer hoy”, explica María, que hace su estreno en los cómics con esta obra.

Otro hecho de gran importancia en la historia de toda América, pero poco conocido en Brasil, se narra en Sendero Luminoso – História de Uma Guerra Suja, publicado aquí por Veneta. El cómic narra el conflicto entre el gobierno peruano y el grupo mencionado en el título, que provocó más de 70 mil muertes.

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La Mano del Pintor, de María Luque: reencuentro con la historia. (Divulgação).

Más similitudes que diferencias

La ficción histórica fue incluso, a principios de la década de 2000, uno de los temas predominantes de la producción de cómics en un país que hoy tiene una producción relativamente limitada pero vibrante: Uruguay. “La publicación nacional es bastante escasa (de hecho, creo que incluso ha disminuido en los últimos años), pero se puede decir que los temas son bastante diversos”, dice Maco, autora de cómics como Aloha, cuyo carácter de exploración del lenguaje y de los temas puede considerarse un ejemplo de la diversidad de la producción uruguaya.

Teniendo en cuenta las proporciones, el mercado uruguayo es sorprendentemente similar al brasileño, según el historietista Nicolás Peruzzo, autor de historietas como RANITAS: catarsis y Rock n Roll, Rincón de la Bolsa, y Brad’s Pit, que ha sido publicada en el mercado estadounidense, y miembro fundador de la Asociación de Creadores de Historietas del Uruguay (AUCH), de la que también es miembro Maco.

“Los cómics latinoamericanos tienen una calidad y una diversidad muy amplias y es acogido por el público brasileño cuando se publica” – Cecília Arbolave, socia fundadora de Lote 42.

Peruzzo afirma que en las décadas de 1940 y 1950 se produjo una intensa popularidad de los cómics, que fue decayendo con el paso de los años. Un respiro llegó con el éxito de una revista de humor, Guambia, publicada en los años 80, tras la dictadura militar. Un colapso en los años 90 y una reanudación a principios del siglo 21, apoyada principalmente en un mecanismo de promoción (los Fondos Concursables, inspirados en un programa chileno similar), basado en el formato de novela gráfica y con bajas tiradas. “En Uruguay, vender dos mil ejemplares es un gran éxito editorial”, dice.

El público es reducido pero fiel – siendo el evento Convención Montevideo Cómics una especie de termómetro para tal afirmación, llevando a sus últimas ediciones una asistencia media de más de 5.000 personas. “Es un número expresivo para un país pequeño como Uruguay, que tiene 3,5 millones de habitantes”, reflexiona el guionista Silvio Galizzi. Entre otras obras, es uno de los autores de Crónicas del Inxilio (junto con el dibujante Esteban Tolj), que narra las memorias de la juventud del guionista durante el periodo de la dictadura uruguaya.

Brasiles desconocidos

Y aún con estas y otras similitudes, el problema de la separación se ve magnificado por la percepción de que también ocurre en sentido contrario, con autores brasileños aún poco conocidos en otros países de América Latina. “Personalmente, me avergüenza admitir que no leo suficientes cómics brasileños”, dice el ilustrador hondureño Germán Andino. Es autor de El Hábito de la Mordaza, una historieta publicada en la página web de la filial mexicana del diario El País sobre la grave crisis de violencia urbana en el país y que ganó el Premio García Márquez a la innovación periodística.

“Lamentablemente, sabemos poco de Brasil, no sólo de sus cómics, sino de su cultura e historia en general”, afirma el diseñador, ilustrador y dibujante de cómics uruguayo Sebastián Santana. Es autor de Palabra, un cómic en que utiliza diferentes estilos para adaptar una serie de cuentos del escritor argentino Henry Trujillo en una miscelánea experimental. “Hay una dolorosa desconexión entre nuestros países americanos, una tradición de no considerarnos parte del mismo territorio; estamos más pendientes de lo que ocurre en los países del primer mundo que en nuestros vecinos. Seguramente nuestras historias coloniales tienen mucho que ver con esto, así como nuestras tradiciones de dependencia cultural y económica”.

“Hay algo maravilloso en Sudamérica; una forma de entender, ver y moverse relacionada con un saber sobrevivir propio de este territorio” – Sebastián Santana.

Ni siquiera en Argentina, que no sólo tiene un mercado fuerte sino una relación (algo) más estrecha con los brasileños, se conoce mucho nuestra producción de cómics. “La presencia brasileña es prácticamente inexistente”, añade Cecilia Arbolave. “Las fronteras están cerradas en ambos lados. Lo cual es una pena, porque hay un rico y apasionante tránsito de producción entre los demás países latinos. Nos corresponde a nosotros tratar de encontrar la manera de insertar a Brasil en ese tránsito”.

Construyendo puentes

Una de estas formas puede ser precisamente las ferias y festivales. Estos eventos son siempre un espacio privilegiado para los intercambios y pueden ser un instrumento aún más fundamental para estimular este intercambio en nuestro continente. Eventos como la Parada Gráfica, el Festival Internacional de Quadrinhos y la Bienal de Quadrinhos de Curitiba cuentan siempre con autores latinoamericanos entre sus invitados, así como las Jornadas Internacionais de Quadrinhos, evento académico celebrado en la Universidad de São Paulo y que ya ha recibido a investigadores de Argentina, Colombia y Chile.

De este último país, inclusive, proviene una de las más recientes publicaciones de un cómic latinoamericano: se trata de Diário de Um Só, que la editorial Sesi-SP trajo a Brasil a principios de 2019. Y el trabajo de autores como Marcela Trujillo y Alberto Montt (nacido en Ecuador) demuestran que el mercado chileno también ofrece una gran oportunidad para ampliar horizontes y descubrir puntos de identificación, que nos pueden aportar, según Arbolave, la mayor aproximación a los cómics de nuestros países vecinos. Lo cual, siempre según Thiago Modenesi, no puede ser más que un aumento. “Pasamos tanto tiempo viendo las calles de Nueva York en los cómics de Marvel y DC, pero sabemos tan poco de las calles de Buenos Aires, Santiago, Lima, Montevideo, Bogotá, La Habana… eso no está bien”, reflexiona el investigador y ahora editor. “Nuestra identidad con los latinos es mucho mayor y más fuerte, y tenemos que buscar ese mayor vínculo también en los cómics”.

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“Personalmente, me avergüenza admitir que no leo suficientes cómics brasileños”, dice el ilustrador hondureño Germán Andino.

Conocer a fondo la producción de cómics de otros países latinoamericanos puede resultar potencialmente transformador. Los cómics trascienden las barreras geográficas y culturales porque están impregnados del potencial y las contradicciones del medio como expresión artística y medio de comunicación que resignifica lo que es nuestro y lo que pertenece al otro. Los cómics podrían ser también una herramienta en la deconstrucción de una hegemonía cultural que nos aleja de nuestra propia realidad común. Y así poder establecer una conexión que nos ha sido robada durante mucho tiempo.

“Hay algo maravilloso en Sudamérica; una forma de entender, ver y moverse relacionada con un conocimiento de la supervivencia que es propio de este territorio que nos tocó habitar; que considero que es una dimensión que nos es propia y que debemos poner en práctica de manera militante, no sólo para llevar nuestras vidas y elaborar nuestro arte, sino también para poder vincularnos a este reconocimiento de una forma de hermandad que, en definitiva, tenemos”, afirma Sebastián Santana. “Somos hijos de territorios invadidos, hijos de la esclavitud, del hambre y del colonialismo. Y reconociendo esto, podemos terminar de construir una identidad propia y única, como historia y continente. Una tarea que debemos todos enfrentarla”.

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